Los dolmenes congelan el paso del tiempo
El tiempo es importante para el hombre de hoy, y lo ha sido siempre para el hombre a lo largo de su historia. Todo su arte, su religión y su ciencia se basan en el tiempo. Fue el descrubrimiento de la periodicidad de la naturaleza, de sus diferentes regularidades temporales, como la salida del sol, el movimiento de las estrellas, los cambios en nuestro hermoso satelite, el ritmo de las estaciones y su relación con los fenomenos naturales, etc. lo que llevo al hombre a la constatatación en su interior de la existencia del concepto de ley, de orden, de periodicidad, de repetición y de eternidad.
Curiosamente es la existencia de cambios en el paisaje y en el entorno en que el hombre se desenvuelve, a lo largo de su tiempo particular, los que proporcionan el estimulo para que la inteligencia pueda desarrollarse. El hombre concreto comienza a ser capaz de abstracción observando y dando una interpretación a los ritmos de la naturaleza y a los cambios astronómicos.
Cuando pensamos en los dolmenes, cromlechs, menhires, petroglifos y otros monumentos megalíticos, en su grandeza, solidez y su orientación astronómica, pensamos en primer lugar en su posible significado social y tal vez religioso, indicandonos el poder del colectivo que los erigió, así como su conjunto de creencias y valores. Pero a continuación no podemos dejar de pasar por alto que contribuyeron decisivamente al desarrollo humano. Su construcción implica la manifestación por parte de una comunidad de que la regularidad en el cosmos existe, y que tiene sentido el esfuerzo de todos en el afan inmenso de comunicar hacia su futuro, hasta nuestros días, y aún más alla a la eternidad, gracias a la solidez de la piedra, el mundo de sus ideas, sus sentimientos más íntimos, sus valores, y sus conocimientos.
No es sorprendente, por tanto, que aquellas civilizciones desarrolladas en regiones de poca variedad climática, como la Polinesia, o el África tropical, sean más primitivas y tengan poca relación con el tiempo. Un ejemplo paradigmático es Egipto, donde toda la existencia estaba regulada por las crecidas anuales del Nilo. Ninguna otra civilización, ha hecho tan denodados esfuerzos para buscar la eternidad y superar la existencia de la muerte. El tiempo ha sido siempre un elemento radical de todas las religiones.
Como dice Arthur C. Clarke, en su libro maravilloso Secretos del Futuro "Sean cuales hayan sido sus motivos, la cueva de artistas de Lascaux fue la primera en conseguir algún bien para la humanidad. Unas mil generaciones atrás, cuando el mamut y el oso de las cavernas todavía merodeaban por la Tierra, descubrieron una forma de enviar hacia el futuro no sólo sus huesos, sino incluso algunos de sus sentimientos y pensamientos."
Todo el desarrollo cultural humano desde los primeros dolmenes ha sido una lucha titánica por el dominio del tiempo, primero fijando en piedra la regularidad de su fluencia, y después intentando dominarlo y congelar su paso plasmando la vida cotidiana, pero también los sueños, los anhelos y deseos, la mágia de cada instante, grabando en piedra en los petróglifos, pintando en las paredes de las cueva y abrigos naturales, pasando posteriormente a dejar constancia escrita, primero en tablillas de arcilla y modernamente en formatos más digitales, conquistando la ciencia de la presentación y representación gráfica: la fotográfia, el vídeo, la televisión, las copias sonoras, las comunicaciones casí instantáneas, etc.
Que perseguimos con ello, sino la posibilidad de congelar nuestro presente para que el tiempo no lo devore. Cada vez que vemos pués un ortostato en un dolmen, un menhir, un grabado, un signo del tipo que sea de hace cinco, seis mil o más años, es alguién, un queridisimo viejo abuelo que nos hace un guiño a través del espacio y del tiempo. Son en realida miles de abuelos que no se conocián pero que tenían un lenguaje simbólico común, y el mismo deseo ancestral de pervivencia. Es tan grande la familia, que nos hace sentir un poco menos solos.
Quizás puedas ahora, amigo lector, sentir algo de simpatía y hermandad conmigo, y percibir la emoción que transmite la contemplación de esos testimonios petreos. La rigidez del material nos trasmite la obsesión compulsiva de superviviencia de sus creadores. Quizás también, en una forma mucho más modesta, mi trabajo en este blog participa del mismo anhelo de supervivencia.
Me siento un eslabón más de la cadena humana, que al comieno de los tiempos se asombró una primera noche, al ver el giro de los astros y descubrir que algo ser repetía y día tras días volvía. A ese hombre le pareció tan mágico que lo considero digno de adoración, de representación, de pervivencia. No todo moría, ni la noche ni el día, sino que las cosas retornaban, y son como un espejo de nuestros anhelos de volver a repetir, de no irnos para siempre, de si es necesario reencarnarnos hacerlo en otro ser, pero vivir, de forma reiterada y repetida, siempre, siempre...., como quería nuestro querido Unamuno.
2 comments:
Mientras leia la reflexion, recordé a la gente que habla de dolmenes, menhires, etc. como simples piedras inutiles y se preguntan... ¿porqué malgastarían su tiempo nuestros antepasados en colocar piedras de forma "arbitraria", y realizar dibujos "casi inverosímiles"?
Ojala que algunas de estas personas lean esta reflexión y se den cuenta de que esas "piedras inútiles" son los pilares de las facilidades de las que disfruta el hombre moderno.
Felicidades por la reflexión, es estupenda.
Gracias Daniel por tu atentisima lectura y comentarios. Por ellos veo que realmente has captado la esencia de mi reflexión. Ojala mucha gente, llegue a ver estos monumentos como faros que atravesando el tiempo aportan la luz del ayer, para poder ver nuestro mundo con la perspectiva adecuada.
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