El viaje
Comenzaba un nuevo viaje. No importaba el lugar, siempre se viaja al mismo sitio. Cada vez que salimos de nuestra rutina, pensamos en realidad encontrarnos a nosotros mismos. Es como si el viaje fuese un pretesto. Como si necesitaramos cambiar el decorado habitual, creyendo con ello que al vernos en otra ambiente, rodeados de otra gente, de otros paisajes, fuese más fácil llegar al fondo de nosotros.
Siempre ocurre igual. Al principio, las expectativas son muy grandes. Necesitamos ilusionarnos pensando que esta vez, por fin, no ocurrira lo que tantas veces sucedió. Al comienzo del viaje, siempre el tiempo transcurre lento. La sensación del paso del tiempo es diferente a nuesto discurrir cotidiano. Gentes nuevas, paisajes nuevos, nuevos ambientes. La adrenalina nos recorre. ¿Que pasará en el vuelo?. ¿Como serán el lugar de destino, los compañeros de viaje ...?.
Luego con el paso de los días, curiosamente, comenzamos a añórar nuestra habitual rutina. Somos seres que viven permanentemente pretendiendo escapar, para al final desear caer en la costumbre que nos constituye, que nos forma como una tela de araña, tejida a lo largo de los años.
Rumania nos parecía un lugar exótico. No sabiamos casí nada del país. Apenas teniamos vagas referencias de la continua llegada de inmigrantes rumanos, huyendo de la pesimas condiciones económicas. Existía por el contrario, el acicate, de ser un país al que poca gente viaja. Nada parecido a Dominicana, Cancún, Zanzibar y otros lugares exóticos, pero plagados de turistas en busca del sol y los precios baratos del todo incluido.
Continuará ...
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